El sueño, por Ernesto Campanile
El lugar era una especie de páramo gris y frío. Un "camino largo y sinuoso" y a los costados algunos árboles secos. Iba por ese camino cuando de repente, a ambos lados, veo sendos grandes edificios (tipo ex Albergue Warnes), a medio terminar, con las aberturas de las ventanas, sin puertas, ni reboques.
Desde las ventanas de los pisos superiores personas disparaban (con fusiles) al edificio de enfrente y viceversa.
Me apresuré y corrí a refugiarme en uno de ellos. Subo por una escalera de cemento a medio terminar y me encuentro con un enorme piso vacío de objetos, sólo con gente en las ventanas disparando hacia el edificio de enfrente.
Por las ventanas entraban los proyectiles "contrarios". Algunos impactaban en las paredes del fondo y rebotaban terminando en cualquier lugar. Algunos impactaban en la gente de las ventanas. Al recibir los impactos caían, pero parecía como que se limpiaban el impacto, se incorporaban y seguían disparando.
Al ver esto me tranquilicé y comencé a incorporarme, cuando una voz desde las sombras me dice que me quede tirado en el piso pues podía recibir un impacto. Le respondo que obviamente las balas eran inofensivas. Me dice lo siguiente (aclaro que mientras él hablaba yo trataba de distinguirlo, pero cuanto más me acercaba, la voz –masculina- retrocedía impidiendo que pudiera ver a su dueño) dice:
Las balas no son inofensivas. Quien es impactado, muere.
Todos los que estamos aquí somos personas que en este momento estamos durmiendo en nuestras camas, soñando lo mismo y nos hemos encontrado en este sueño.
Los que son impactados, mueren. Mañana sus familiares tratarán de despertarlos y los encontrarán muertos en su cama.
Y por eso seguirán aquí, en este sueño, para siempre.
Porque la muerte es eso: quedarse a vivir en un sueño.
Sentí terror, me incorporé y salí huyendo de allí. Corría por el camino con el pánico de sentir en cualquier momento un bala en mi espalda. Corría y corría y así me desperté.
Desde las ventanas de los pisos superiores personas disparaban (con fusiles) al edificio de enfrente y viceversa.
Me apresuré y corrí a refugiarme en uno de ellos. Subo por una escalera de cemento a medio terminar y me encuentro con un enorme piso vacío de objetos, sólo con gente en las ventanas disparando hacia el edificio de enfrente.
Por las ventanas entraban los proyectiles "contrarios". Algunos impactaban en las paredes del fondo y rebotaban terminando en cualquier lugar. Algunos impactaban en la gente de las ventanas. Al recibir los impactos caían, pero parecía como que se limpiaban el impacto, se incorporaban y seguían disparando.
Al ver esto me tranquilicé y comencé a incorporarme, cuando una voz desde las sombras me dice que me quede tirado en el piso pues podía recibir un impacto. Le respondo que obviamente las balas eran inofensivas. Me dice lo siguiente (aclaro que mientras él hablaba yo trataba de distinguirlo, pero cuanto más me acercaba, la voz –masculina- retrocedía impidiendo que pudiera ver a su dueño) dice:
Las balas no son inofensivas. Quien es impactado, muere.
Todos los que estamos aquí somos personas que en este momento estamos durmiendo en nuestras camas, soñando lo mismo y nos hemos encontrado en este sueño.
Los que son impactados, mueren. Mañana sus familiares tratarán de despertarlos y los encontrarán muertos en su cama.
Y por eso seguirán aquí, en este sueño, para siempre.
Porque la muerte es eso: quedarse a vivir en un sueño.
Sentí terror, me incorporé y salí huyendo de allí. Corría por el camino con el pánico de sentir en cualquier momento un bala en mi espalda. Corría y corría y así me desperté.
Desde las ventanas de los pisos superiores personas disparaban (con fusiles) al edificio de enfrente y viceversa.
Me apresuré y corrí a refugiarme en uno de ellos. Subo por una escalera de cemento a medio terminar y me encuentro con un enorme piso vacío de objetos, sólo con gente en las ventanas disparando hacia el edificio de enfrente.
Por las ventanas entraban los proyectiles "contrarios". Algunos impactaban en las paredes del fondo y rebotaban terminando en cualquier lugar. Algunos impactaban en la gente de las ventanas. Al recibir los impactos caían, pero parecía como que se limpiaban el impacto, se incorporaban y seguían disparando.
Al ver esto me tranquilicé y comencé a incorporarme, cuando una voz desde las sombras me dice que me quede tirado en el piso pues podía recibir un impacto. Le respondo que obviamente las balas eran inofensivas. Me dice lo siguiente (aclaro que mientras él hablaba yo trataba de distinguirlo, pero cuanto más me acercaba, la voz –masculina- retrocedía impidiendo que pudiera ver a su dueño) dice:
Las balas no son inofensivas. Quien es impactado, muere.
Todos los que estamos aquí somos personas que en este momento estamos durmiendo en nuestras camas, soñando lo mismo y nos hemos encontrado en este sueño.
Los que son impactados, mueren. Mañana sus familiares tratarán de despertarlos y los encontrarán muertos en su cama.
Y por eso seguirán aquí, en este sueño, para siempre.
Porque la muerte es eso: quedarse a vivir en un sueño.
Sentí terror, me incorporé y salí huyendo de allí. Corría por el camino con el pánico de sentir en cualquier momento un bala en mi espalda. Corría y corría y así me desperté.
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